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Cuerpo, mente y emoción

¿Cuál fue el motivo por el que empezaste a practicar yoga?


Podemos llegar a la práctica desde distintas necesidades, hacer ejercicio físico, relajarnos, mejorar la concentración, etc... y todas son respetables.


Desde mi lugar de guía en la práctica de otras personas, me doy cuenta de lo poca conciencia corporal que la mayoría tiene. Se nota quien ha practicado de manera habitual algún deporte o quien viene con la conciencia corporal “sin estrenar”. Y es curioso que como algo que nos sirve como vehículo para vivir, que nos permite movernos y que contiene nuestra esencia, es el gran desconocido para muchos. Y no sólo porque no conocemos ni los nombres de las partes más básicas de nuestro cuerpo , es que ni siquiera sabemos cómo moverlas de manera consciente. Deberíamos venerar y cuidar nuestro cuerpo porque es lo único que nos va a acompañar toda la vida. La práctica de yoga nos aporta esa conciencia corporal, pero hay algo más que de inicio pocos buscan y que finalmente es el resultado de una práctica continua y consciente, y es el autoconocimiento que se consigue cuando te permites conectar con tus emociones y entiendes la relación que hay entre ellas y tu cuerpo físico.


Dolores y molestias físicas que aparecen, que no son lesiones o patologías, pero que se instalan en el cuerpo por unos días o por un tiempo y desaparecen y aparecen de manera recurrente, suelen estar relacionados con un estado emocional determinado o con la manera gestionar o, mejor dicho, de no gestionar nuestras emociones.





Cuando uno está perpetuando emociones, como el dolor, la pena, la frustración, rabia, la culpabilidad o el exceso de obligaciones y no se da el permiso de gestionarlas, estas se terminan manifestando en el cuerpo. Contracturas, dolores en la espalda, dolores de cabeza, rigidez en las caderas…






Permanecer emocionalmente estable no es controlar las emociones y mantenerlas calladitas, ni tampoco estar constantemente exponiéndolas como quejas, es poder estar presente en nuestro proceso emocional , permitirnos sentir esas emociones y gestionarlas desde la escucha. Todas las emociones que nos duelen y que ocultamos necesitan un tiempo y un trabajo para ser curadas. Necesitan ser vividas para poder liberarnos de ellas. Y cuando no lo hacemos y simplemente las ocultamos, acaban apareciendo en forma de dolor en nuestro cuerpo.


Cuanto más intentamos esconder nuestras emociones, más ruido tiene que hacer nuestro cuerpo para llamar nuestra atención. El dolor, la fatiga, la angustia, la tristeza son las formas en que nuestro cuerpo te pide que lo escuches. Tapamos las emociones para no sufrir, pero es necesario transitarlas para curar el dolor, el sufrimiento y aprender. Todas la emociones no transitadas y escondidas se quedan instaladas en nuestro cuerpo.


En definitiva, si la mente está tensa van a aparecer tensiones en el cuerpo


Además, según la medicina china las emociones están asociadas a cada uno de los órganos principales de nuestro cuerpo. Cada emoción procede de un campo psíquico que está relacionado con su órgano principal correspondiente. Ese órgano se puede ver influenciado con una emoción en particular. Por ejemplo, una circunstancia externa que nos produce ira y frustración constante puede acabar afectando al hígado y generar un desequilibrio interno.






Conectar cuerpo y mente es una de las cosas con las que el yoga y la meditación te ayudarán. Se trata de escuchar al cuerpo. Y para eso, el silencio es esencial, es tan necesario como el aire que respiras. Pero el silencio asusta porque no te queda otra opción que escucharte, que atenderte. ¿Eres de las personas que llegas a casa y enciende la tele, o la utiliza para dormirse, o necesitas tener siempre ruido de fondo? Si tu mente está repleta de palabras, pensamientos, de sonidos externos, no te quedará espacio para ti. Y esa falta de autoescucha nos hace olvidarnos de relacionarnos con nosotros mismos, de escucharnos, de darnos voz, de darnos el lugar que nos merecemos.



Es necesario parar, a veces un rato cada día, otras veces parar y cambiar costumbres o rutinas, aunque siempre salga esa voz que dice “como voy a parar”, y seguimos, por inercia, por obligación, por el qué dirán o simplemente porque no entendemos que podemos hacer las cosas otra manera. Y porque parar nos hace ver, sentir, y experimentar, a veces cosas o emociones que duelen o que no son agradables.


Lo más patológico y lo que más daño hace al ser humano es vivir una vida que no queremos vivir. Trabajos que no nos gustan, relaciones que no nos aportan nada más que desgaste, obligaciones que no deberían ser nuestras (por ejemplo, cuidar a los nietos como obligación, dejando de hacer actividades que te apetecen), hacer constantemente cosas por los demás para que nos validen, nos restan espacios físicos y mentales necesarios para vivir en armonía.


Boicoteamos la elección de hábitos que nos conectan con cualquier estado mental que no encaje con la imagen de nosotros que nos hemos creado: esto es lo que me toca y no lo puedo cambiar, no tengo tiempo para respirar, no tengo tiempo para hacer yoga, lo tengo pendiente y algún día lo haré, y ese día nunca llega. Y no llega porque tú no permites que llegue, porque nos da pereza o miedo cambiar, porque requiere un esfuerzo y salir de esa falsa zona de confort.


En realidad, lo único que necesitamos es la voluntad. Las ganas de conocernos mejor, de mejorar ese algo que no está funcionando o que sabes que podría funcionar mejor. Estar sanos engloba más que la parte física, poner a la mente a nuestro favor y trabajar para equilibrar emociones, cuerpo y mente, es lo que nos va a hacer permanecer saludables.



Escucha a tu cuerpo y presta atención a lo que sientes.

Permítete vivir tus emociones y transitarlas para sanar.



Namasté

Love and light


Sonia Rodrigo

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